Bruno es hogar.
Es complejo y es esencia. La robustez del compromiso y la fragilidad por conocer. El frío de la piedra y calor al que abrazar.
Comenzamos el proyecto como algo puramente humano. Como una promesa de sinceridad y un voto inquebrantable. El hogar entendido como el lugar donde el corazón se instala, donde lo construido es lo vivido, donde aquello que existe, permanece. Donde los nuevos recuerdos no fragmentan el pasado, sino que conforman un tejido capaz de fortalecer su historia.
Por tanto, nuestro primer trabajo fue la arqueología. Hallamos en la preexistencia un libro abierto: una composición tripartita en la que un oscuro corredor central abría paso a las distintas estancias –una habitación y un salón a un flanco, hacia la avenida Solidaridad; y dos habitaciones, un baño y la cocina al otro, hacia un mágico patio de manzana-, todas ellas conformando unidades aisladas conectadas puntualmente al pasillo central. En este dibujo descubrimos también la potencia expresiva de los elementos portantes, mostrados como pórticos de hormigón artesanalmente encofrados y dispuestos en la dirección de las tres franjas mencionadas.
Todo ello recurrió de forma inevitable a la esencia del “tres”. A Bruno. A la pareja que cobra sentido en el momento en que su mundo es construido por una columna vertebral. A todas aquellas estancias, preexistentes aunque hasta ahora dispersas, que adquieren unidad gracias a la aparición de un “cofre” convertido en centro indiscutible de su mundo.
Este “cofre”, materializado en madera bruna, redefine y articula los espacios conformando una gran línea construida, comprimida, y que contiene los elementos servidores de la casa: armarios, baños y, en su culminación, la cocina, la cual supone un diafragma blanco capaz de anticipar la aparición del gran estar.
Como promesa de sinceridad, la relación con lo original no solo atiende al programa sino a la estructura: los dos pórticos de hormigón se despojan y aparecen como dos grandes umbrales capaces de guiarnos a través de la secuencia de espacios. A su vez, los espacios servidos se adhieren al perímetro del cofre central y adoptan un carácter luminoso, diáfano, a través de un lacado blanco que potencia el poder de la luz urbana y la compleja magia del patio de manzana, respectivamente.
Vivir esta casa consiste, así pues, en descubrir su historia previa y dotarla de un futuro. Consiste en construir una serie de relaciones capaces de dar significado a aquellos fragmentos tan valiosos que conformaban su estado original.