En nuestra visita al lugar, lo primero que comprendimos fue la voluntad del mismo por narrar su historía geográfica, por describir la voluntad de sus propios límites. El Puerto del Pico, se establece como paso físico entre las submesetas norte y sur, localizándose en la zona central del sistema que lleva este mismo nombre. Ahí, donde emerge el Macizo de Gredos con una gran virulencia, dos grandes picos flanquean este espacio físico que fue ruta de comercio entre Santiago de Compostela y Sevilla. El pico del Torozo y de la Fría emergen a su paso generando un valle donde se recogen las aguas provenientes de sus propios manantíos haciendo de las escorrentías naturales que cabalgan camino abajo, la voluntad del propio paseante.
En este discurrir, se puede hacer visible la mano del hombre, puesto que la antropización del territorio se nota en sus diversos castros, así como en la construcción de muros de esquistos para realizar los límites físicos entre porciones de territorio. Esta lectura, nos explica la compacidad y concentración de sus construcciones o refugios, así como la búsqueda de los lugares mágicos en cada porción de campo, aquellos que nos narran la voluntad de un lugar. Se trata por tanto de hacer evidente aquello que ahí está, de descubrir las energías internas para configurar una arquitectura verdaderamente ociosa y espiritual.
Al entrar en el lugar, rápidamente nos inunda el agua los sentidos, el brotar y descender de la misma, nos indica las escorrentías naturales y sendas de pendiente máxima, las cuales nos ayudan a localizar los diversos hitos de este emplazamiento. Tras pasar el primer arroyo, y llegar a los límites del pequeño tumulto, encontramos una senda nada más comenzar a girar en el mismo, la cual intenta circundarlo buscando las líneas de pendiente más cómodas, los caminos más inteligentes. En esa ascensión, a través de la densa vegetación atlántica, descubrimos que una porción de territorio que parece que siempre estuvo habitada, que siempre quiso estar rodeada. De este espacio físico, alrededor del pequeño grupo de piedras, entendimos que se debía construir una serie de estratos pétreos que cercasen la propia magia del lugar, su Genius loci. Un espacio latente que llevaba construido mucho tiempo, al cual ascender a contemplar las estrellas.